miércoles, 25 de noviembre de 2015

Macario de Alejandría (h. 310-h. 408)


Este insigne anacoreta del siglo IV es uno de los mejores ejemplos de la vida ascética, con la tendencia al retiro del mundo y apartamiento a la soledad, que tanto predominó en este tiempo. Además, constituye una excelente prueba del tránsito de a vida puramente solitaria a la de comunidad o cenobítica, que se fue imponiendo a fines del sigo IV y durante el siglo V. De él nos informa ampliamente, sobre todo, Paladio, en su Historia Lausíaca, que es la más antigua y fidedigna historia del primer desarrollo del monacato.

Era originario de Alejandría, de donde se deriva e renombre con que es generalmente conocido; pero es denominado asimismo el Joven, en contraposición a San Macario de Egipto (15 de enero), llamado también el Viejo, aunque, a decir verdad, ambos son casi rigurosamente contemporáneos. Además, debe distinguírsele también de otros varios Macarios, célebres en los anales de la vida monástica, pues no puede olvidarse que la palabra griega macarios significa feliz o bienaventurado.

Así, pues, Macario de Alejandría, antes de entregarse a la vida de ascetismo cristiano, desempeñó hasta los cuarenta años e oficio de mercader de frutos o confitería, que dio pie, ya desde antiguo, a que sea considerado como patrono del ramo de los pasteleros. En a flor de la edad, cuando contaba cuarenta años, siguiendo la corriente ascética del tiempo, se retiró a la vida solitaria, donde perseveró con indomable constancia durante unos sesenta años, hasta su muerte. Ni la fecha de su nacimiento ni la de su muerte nos son conocidas, pero debió nacer hacia el año 310 y morir hacia el 408, casi centenario.

Cuando se retiró a la soledad, a mediados del Siglo IV, era el tiempo en que en todo Oriente, particularmente en los desiertos de Egipto, se halaba en su máximo apogeo a vida anacorética. Más aún. Con San Antonio Abad había tomado cada vez más consistencia el género de vidas de las comunidades de ermitaños, que vivían en sus celdas separados, pero se juntaban para algunos ejercicios ascéticos y estaban bajo la dirección de algún maestro señalado; y con San Pacomio se daba comienzo a una vida de estricto ascetismo, pero dentro de un lugar cerrado y bajo la obediencia de un superior y observancia de una regla. Es la vida cenobítica o de comunidad, que recibió su más pleno desarrollo, en Oriente con las dos reglas de San Basilio, y en Occidente con las de San Agustín y de San Benito.

Según atestigua Paladio, Macario inició su vida solitaria en el desierto de Egipto. Tal vez se puso en un principio bajo la dirección de algunos maestros de más prestigio, para aprender de ellos el verdadero ascetismo cristiano. Tal vez se unió a una de las colonias de as que estaban bajo dirección de San Antonio Abad († 356) o de algún otro de los maestro de la vida ascética que admitían discípulos. Tres eran los desiertos de Egipto, célebres por las grandes multitudes de solitarios, colonias de anacoretas y cenobios incipientes. El más alejado era e de la Escitia, en os límites de la Libia. Seguía e de las Celdas y de Nitria, que ocupaban grandes extensiones en la parte central. El tercero era el del Bajo Egipto, más próximo a Alejandría. Pues bien, consta que Macario recorrió estos diversos desiertos, pero que desarrolló definitivamente su vida ascética y llegó a ser un ejemplo y guía de anacoretas en la región de las Celdas, con una especie de colonias al estilo de San Antonio. Por e mismo tiempo, en el desierto de Escitia, desarrollaba una vida muy semejante y reunía en torno suyo gran número de discípulos Macario el Viejo. Ambos fueron verdaderas lumbreras del ascetismo cristiano de estos tiempos. Paladio nos refiere que , en los últimos años de la vida de Macario el Joven, estuvo con él en su cabaña y fue testigo de la vida que él y los demás discípulos llevaban. Por esto su testimonio es enteramente fidedigno.

La vida de Macario el Joven y de sus discípulos, conforme a la relación de Paladio, era de una austeridad extraordinaria. Cada anacoreta tenía su celda separada, donde vivía en la más absoluta soledad durante la emana; pero los sábados y domingos se reunían para os oficios divinos. Ocupábanse en la oración; observaban en trabajos manuales, como tejer esteras o cosas semejantes, que les ayudaran a fomentar la contemplación y unión con Dios. En general, era admirable la alegría, buen espíritu y aun la buena salud corporal, de que disfrutaban aquellos solitarios, a pesar de que su comida se reducía a lo más frugal e indispensable para mantener la vida. Sanos de cuerpo y de alma, aquellos anacoretas, bien orientados por sus excelente maestros, vivían sólo para Dios, a quien se habían consagrado por completo.

Para que el ejemplo de su vida fuera más humano y más completo, Dios permitió que fuera víctima de persecuciones y aun calumnias. Estas llegaron a tal extremo, que por algún tiempo se vio forzado a abandonar su celda y fue desterrado por la fe católica, por obra de Lucio, patriarca arriano de Alejandría. Más aún. Dios permitió igualmente que fuera su alma probada con la mayor obscuridad espiritual. Efectivamente, movido de su ansia de contemplación, refiere Paladio que se encerró dentro de su celda con el propósito de permanecer en ella cinco días seguidos. Los dos primeros días se sintió inundado de dulzura celestial: pero al tercero se sintió acometido de tal turbación y guerra del enemigo, que se vio obligado a volver a su vida normal. Por esto observaba él a sus discípulos qué Dios se retira en ciertas ocasiones, para que los hombres experimenten su propia debilidad y reconozcan que la vida es una lucha.

No es, pues, de maravillar que con una vida tan santa recibiera de Dios la gracia especial de hacer milagros Tal vez algunos de los que se le atribuyen entren en el campo de la leyenda; pero ciertamente constituyen excelentes lecciones prácticas de su vida, profundamente ascética.

Respecto de su muerte, Tillemont señala el año 394, pero es más probable que tuvo lugar hacia el 408, pues se sabe que murió contando unos cien años de edad y que nació a principios del siglo IV. Algunos le han atribuido una regla para los monjes. Tal vez se puede relacionar con esta regla lo que San Jerónimo copia en su carta a Rústico. Por otra parte, el bien conocido Codex Regularum, de San Benito de Aniano presenta una regla con el nombre de los dos Macarios, Serapión, Pafnucio de Escitia, Serapión de Arsinoe, etc. En el desierto de Nitria se mantuvo, durante varias centurias, un monasterio que lleva el título de San Macario. Su culto se introdujo en Oriente ya en la antigüedad. Su fiesta se celebra el 2 de enero.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Tipitaka


El Tipitaka o Tripitaka (del pali ti, "tres" + pitaka, "cestos o canastas"), conocido también como el Canon Pali, es la colección de los antiguos textos budistas escritos en el idioma pali, que constituyen el cuerpo doctrinal y fundacional del budismo theravada.

El Canon Pali se conoce como Tipitaka, o "Tres Cestos", porque los manuscritos que contenía, inscritos sobre hojas secas de palmera, se guardaban en tres cestos diferentes.

Vinaya-pitaka, o Cesto de Disciplina (Monástica), es la primera división del Tipitaka o Canon Pali, la cual constituye el soporte de la vida monástica del Sangha. Incluye las reglas que regulan la vida de los monjes (bhikkhus) y las monjas (bhikkhunis) pero también contiene los procedimientos de la convivencia y las convenciones de la etiqueta orientadas al logro de la armonía tanto en la relación entre los miembros de la vida monástica, como entre ellos y sus seguidores laicos. Sin embargo, el Vinaya-pitaka no es solamente un simple listado de reglas sino que incluye también las historias que originaron a cada una de dichas reglas, proveyendo detalles sobre cómo el Buda solucionaba los problemas que iban apareciendo dentro del Sangha y mantenía la armonía dentro de la Comunidad que se volvía cada vez más grande y diversificada. Está compuesto por 6 volúmenes.

Sutta-pitaka, o Cesto de Discursos, es la colección de los discursos o sermones, cuya autoría se atribuye generalmente al mismo Buda y, a veces, a sus más inmediatos discípulos. Esta Cesta contiene el corazón de las enseñanzas budistas. Siendo la parte más extensa, los discursos o Suttas están divididos en 5 volúmenes o Nikayas.

Abhidhamma-pitaka, o Cesto de Enseñanzas Adicionales, es la colección de textos en los cuales se abordan los principios doctrinales presentes en las otras dos Canastas. Estos principios están aquí reorganizados y estructurados dentro de un sistema que investiga la naturaleza de la mente y de la materia. Está compuesto de 7 textos en 13 volúmenes.

jueves, 22 de octubre de 2015

Theravada


Theravāda es una de las 19 escuelas nikaya que formaron el budismo original. Se desarrollaron en la India durante los siglos subsecuentes a la muerte de Buda (420-368 a. C.). El nombre theravāda significa ‘la palabra [doctrina] de los antiguos’. Es la escuela más antigua del budismo, es relativamente conservadora y la más cercana al budismo temprano, por lo cual se podría considerar dentro de la ortodoxia. Basan su tradición en el llamado Canon Pali, compendio donde se transcribieron los discursos que el Buda dio a lo largo de su vida después de la iluminación.
Sin embargo, no es esta la principal característica de la escuela theravada, dado que en todas las tradiciones espirituales, las diversas variantes se adjudicarán la preservación de la doctrina original. Como apunta el historiador Richard Gombrich: «En términos doctrinales los theravadin aclaran que ellos son vibhajja-vadin, es decir ‘analistas’ que se complacen en clasificar los estados psicológicos».
El budismo theravāda es hoy la religión predominante en algunos países del sudeste asiático, como Camboya, Laos, Birmania, Tailandia y Sri Lanka. La literatura sagrada budista theravada fue la primera conocida en occidente mediante traducciones hechas en el siglo XIX, estando actualmente completada al idioma inglés y en curso de serlo en otros idiomas.
En el mundo académico occidental, el estudio del budismo theravada y del idioma pali es el mejor investigado.

El theravada promueve el concepto de vibhajjavada (literalmente ‘enseñanza del análisis’ en idioma palí). Esta doctrina sostiene que la introspección clara debe ser el resultado de la experiencia individual, investigación crítica y razonamiento, opuesto a la fe ciega. Sin embargo, las escrituras tradicionales también enfatizan el seguir los consejos de los sabios, porque ellos y la evaluación de las propias experiencias deben ser los instrumentos para juzgar las prácticas.
El objetivo theravada es la liberación (o libertad) de dukkha, según las cuatro nobles verdades, lo que se consigue al alcanzar el nirvana, que también completa el continuo ciclo de nacimiento y muerte. El theravada enseña que el nirvana se alcanza antes siendo un noble discípulo de Buda: un arahant.
En opinión de los theravadas, el nirvana alcanzado por los arahants es el mismo que el obtenido por el propio Buda. Pero el de él es superior debido a que lo alcanzó por sí mismo y supo enseñar a otros. Los arahants alcanzan el nirvana en parte debido a sus enseñanzas. Los theravadines reverencian al Buda Sakyamuni, pero reconocen la existencia de otros Budas en tiempos pasados y futuros. Por ejemplo, el Canon Pali menciona que Maitreia será un futuro Buda.
En la creencia theravada, algunas personas practicantes comprometidos pueden alcanzar la iluminación en una única vida. Otros pueden necesitar varias, según alcanza estados conscientes más profundos.

domingo, 5 de julio de 2015

Macario de Egipto (?-h. 391)


Macario el viejo, Macario el grande o Macario de Egipto fue un eremita egipcio, considerado santo.
Originario del alto Egipto, a la edad de 30 años es miembro de una colonia monástica al oeste del delta del Nilo en el lugar llamado Deir Abu Makar. Discípulo de San Antonio, remarcado por una santidad precoz, por lo cual se le apodaba el «joven anciano».
Sacerdote a los 40 años, se dijo que poseía el don de sanación y de profecía. Fue firme opositor de la herejía de Arrio, por lo que hacia el 374 estuvo exiliado a una isla del Nilo por el obispo arriano Lucio de Alejandría. Regresó, sin embargo, al desierto para ahí terminar sus días siendo mayor de 90 años, hacia el año de 391.
Es conocido como uno de los Padres del yermo. Se le atribuyen 50 homilías griegas. Se celebra su fiesta el 19 de enero, según el novus ordo (antiguamente se celebraba el 16 de febrero, según el vetus ordo).

lunes, 8 de junio de 2015

Thais (s. IV)

 José de Ribera: Santa Thais
Santa Thais fue una cortesana egipcia, convertida al cristianismo, que vivió en la Alejandría romana y en el desierto egipcio, por lo que se le incluye en la lista de los Padres del yermo. Actualmente es venerada como santa por coptos, católicos y ortodoxos.

Se dice que Thais vivió en el siglo IV en el Egipto romano. Se la incluye en la literatura en las vidas de los santos de la iglesia griega. Existen dos esbozos biográficos: uno en griego quizá del siglo V (está traducido al latín en la Vita Thaisis por Dionisio el Exiguo (Dionisio el pequeño) durante el siglo VI o VII); el otro esbozo ha llegado a tiempos modernos en latín medieval por Marbodio de Rennes (m. 1123). También aparece en martirologios griegos por Maurolico y Greven, aunque no en los martirologios latinos. Las vidas de los santos y eremitas del desierto egipcio, incluida santa Tais, fueron recopiladas en la Vitae Patrum. Ha surgido recientemente la perspectiva de que su historia es "probablemente sólo un cuento moral inventado con propósitos edificantes." No obstante, santa Thais sigue apareciendo en el calendario eclesiástico, con fiesta el 8 de octubre.
Thais es descrita primero como una cortesana rica y bella viviendo en la prestigiosa ciudad de Alejandría, a los ojos de la iglesia una pecadora pública. Con el tiempo, sin embargo, indagó sobre el cristianismo y luego se convirtió. En su Vita un monje disfrazado entró en sus habitaciones para desafiarla y convertirla, pero se encuentra con que ya cree en Dios, a quien nada queda oculto. La identidad de esta persona que instruye y ofrece a Thais la oportunidad de transformación espiritual no queda clara, y son tres los nombres se mencionan: san Pafnucio (obispo egipcio de la Tebaida Superior), san Besarión (discípulo de san Antonio Abad en el desierto egipcio) y San Serapión el Escolástico (San Serapión de Thmuis, obispo en el Delta del Nilo). Después de su aceptación en la Iglesia, entró en una celda conventual con provisiones para tres años, y durante ese tiempo hizo penitencia por sus pecados. Cuando salió después, se dice que vivió entre las monjas del desierto egipcio sólo durante un breve período de quince días, luego murió.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Pafnucio (ca. 251-360)


San Pafnucio (ca.251-Egipto, 360), discípulo de San Antonio Abad.
Pafnucio fue monje del monasterio de Pispir (Dayr al Maymun en la actualidad). Salió de él para ser obispo en una ciudad de la alta Tebaida en Egipto cuyo nombre se ignora. Cuando se produjo la persecución de Galerio, Maximiano y Maximino Daya, Pafnucio fue uno de los confesores de Cristo por lo que fue condenado a trabajar en las minas después de haberle arrancado el ojo derecho.
Puesto luego en libertad, combatió el arrianismo y aunque a veces se ha pensado que asistió al concilio general de Nicea (325), se ha demostrado que no fue así. El emperador Constantino lo trató con singular deferencia. Su nombre está inscrito en el martirologio romano el día 11 de septiembre. Es conocido como uno de los Padres del yermo. En la cultura popular, es el santo que ayuda a encontrar objetos perdidos.

jueves, 23 de abril de 2015

Pablo de Tebas (h. 228-342)


Pablo de Tebas, Pablo el ermitaño o Pablo el egipcio fue un eremita egipcio nacido aproximadamente hacia el año 228 en la región de Tebaida, en las riveras del río Nilo y fallecido en el año 342. Es venerado en la Iglesia católica y en la Iglesia copta como santo y es considerado por la tradición cristiana como el primer ermitaño que existió. Su memoria litúrgica se celebra el 15 de enero.
Fue objeto de una hagiografía compuesta por san Jerónimo llamada Vita Sancti Pauli primi eremitae (cf. Migne PL 23 17-28) y escrita durante la segunda mitad del siglo IV. Según este texto Pablo era egipcio de una familia rica y habría recibido una excelente educación, cultivada en el estudio de la cultura egipcia y el idioma griego. Dejó todo para irse al desierto, tras ser denunciado por ser cristiano por algunos familiares que querían apoderarse de su patrimonio, durante la persecución del emperador romano Decio. De acuerdo con la narración de Jerónimo, Pablo no volvió a la ciudad y pasó el resto de su vida en el desierto y se alimentaba del pan que le traía un cuervo. Al final de su vida recibió la visita de Antonio Abad a quien pidió ser sepultado con la túnica que éste último había recibido del obispo Atanasio en una fosa excavada, siempre según los relatos de Jerónimo, por un par de leones.
Se trata en realidad de una serie de lugares comunes sobre vidas de eremitas que hacen ver lo poco que se sabe o sabía Jerónimo de su biografiado. Sin embargo, queda el dato de que desde el año 250 habría comenzado su vida de ermitaño no sin intervenir en algunas ocasiones en las problemáticas de la Iglesia de los alrededores. Es conocido como uno de los Padres del yermo.

En la iconografía cristiana se le representa a menudo junto a Antonio Abad, con el cuervo, los dos leones y su túnica hecha de hojas de palmera.

En este santo católico se inspira la Orden de San Pablo Primer Eremita (monjes paulinos), fundada en Hungría en el siglo XIII por el beato Eusebio de Esztergom. Posteriormente durante el reinado de Luis I de Hungría el relicario de su cuerpo fue llevado clandestinamente desde Venecia al reino magiar, donde se les rindió culto primero en la capilla real del palacio de la ciudad de Buda a partir de del 4 de octubre de 1381, y posteriormente el 14 de noviembre fue llevada al monasterio de la orden Paulina de Budaszentlőric, el cual se convirtió en el centro de muchos peregrinos húngaros y extranjeros que acudían a honrar al santo (se sabe por registros posteriores que en 1426 fue en preregrinación el caballero Rainaldo degli de Albizz, y Pierre Choqué). En esta época el relicario de la cabeza de San Pablo aún se hallaba en el castillo de Karlstein en Bohemia, hasta que en 1523 los checos se la entregaron al rey Luis II de Hungría, y el 23 de mayo se unieron por vez primera después de muchos siglos los dos relicarios del cuerpo y cabeza. Luego de la invasión turca otomana de 1521 pocas reliquias de santos lograron ser salvadas y llevadas a sitios seguros. Se desconoce el paradero exacto de los restos de San Pablo y se presume que fueron destruidos. La cabeza se conserva en Roma.

martes, 14 de abril de 2015

Antonio Abad (251-356)


San Antonio o Antón Abad (Heracleópolis Magna, Egipto, 251 – Monte Colzim, Egipto, 356) fue un monje cristiano, fundador del movimiento eremítico. El relato de su vida, transmitido principalmente por la obra de san Atanasio, presenta la figura de un hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de piedad cristiana. El relato de su vida tiene elementos históricos y otros de carácter legendario; se sabe que abandonó sus bienes para llevar una existencia de ermitaño y que atendía a varias comunidades monacales en Egipto, permaneciendo eremita. Se dice que alcanzó los 105 años de edad.

Antonio Abad nació en el pueblo de Comas, cerca de Heracleópolis Magna, en el Bajo Egipto. Se cuenta que alrededor de los veinte años de edad vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir a una comunidad local haciendo vida ascética, durmiendo en un sepulcro vacío. Luego pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a encaminar su vida espiritual en el desierto. Más tarde se fue internando mucho más en él, para vivir en absoluta soledad.
Es el patrón de los animales ya que le agradaban mucho y siempre los cuidaba. Se le suele representar acompañado de un cerdo.
De acuerdo con los relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, popularizados en La leyenda dorada del dominico genovés Santiago de la Vorágine en el siglo XIII, Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, representado por numerosos pintores de importancia.
Su fama de hombre santo y austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo de ermitaños junto a Pispir y otro en Arsínoe. Por ello, se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana. Sin embargo, y pese al atractivo que su carisma ejercía, nunca optó por la vida en comunidad y se retiró al monte Colzim, cerca del Mar Rojo, en absoluta soledad. Abandonó su retiro en 311 para visitar Alejandría y predicar contra el arrianismo.
San Jerónimo, en su vida de Pablo el Simple, un famoso decano de los anacoretas de Tebaida, cuenta que Antonio fue a visitarlo en su edad madura y lo dirigió en la vida monástica; el cuervo que, según la tradición, alimentaba diariamente a Pablo entregándole una hogaza de pan, dio la bienvenida a Antonio suministrando dos hogazas. A la muerte de Pablo, Antonio lo enterró con la ayuda de dos leones y otros animales; de ahí su patronato sobre los sepultureros y los animales.
Se cuenta también que en una ocasión se le acercó una jabalina con sus jabatos (que estaban ciegos), en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Pero con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro se hizo costumbre en ocasiones representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban el cerdo a sus pies.

Se afirma que Antonio vivió hasta los 105 años, y que dio orden de que sus restos reposasen a su muerte en una tumba anónima. Sin embargo, alrededor de 561 sus reliquias fueron llevadas a Alejandría, donde fueron veneradas hasta alrededor del siglo XII, cuando fueron trasladadas a Constantinopla. La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, fundada por esas fechas, se puso bajo su advocación. La iconografía lo refleja, representando a san Antonio con el hábito negro de los Hospitalarios y la tau o la cruz egipcia que vino a ser su emblema.

Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois. La devoción por este santo llegó también a tierras valencianas, difundida por el obispo de Tortosa a principios del siglo XIV.

La orden de los antonianos se ha especializado desde el principio en la atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, enfermedades venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de san Antón o fuego sacro o culebrilla. Se establecieron en varios puntos del Camino de Santiago, a las afueras de las ciudades, donde atendían a los peregrinos
afectados.

Su fiesta se estableció el 17 de enero tras el traslado de sus reliquias al Delfinado.



martes, 24 de marzo de 2015

Juan Clímaco


Juan de la Escalera (latín: Ioannus Climacus y griego: Ἰωάννης τῆς Κλίμακος) o San Juan Clímaco (Siria?, c. 575 - 30 de marzo de 649?) —también conocido como Juan el Escolástico y Juan el Sinaíta—, fue un monje cristiano ascético, anacoreta y maestro espiritual entre los siglos sexto y séptimo, abad del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí (Monasterio de la Transfiguración). Es considerado santo por la Iglesia católica. Célebre por su escrito "Η Κλίμαξ Θείας ανόδου" ('E clímax Theías anódu', en griego La escalera del divino ascenso), ampliamente divulgada en latín como Scala Paradisi o Gradus ad Parnassum ("La escalera al Paraíso") del cual derivaría su apodo (del griego klimax, escalera); obra de carácter ascético y místico.

Su biografía es parcialmente conocida pues los datos disponibles son escasos, principalmente provenientes de una reseña biográfica escrita por el monje Daniel del Monasterio de Raithu (El Tor), sede más próxima al Monasterio de la Transfiguración.
Hay que resaltar que no hay acuerdo sobre las fechas de su nacimiento y muerte, pues, aparte de las reseñadas arriba, otras fuentes dan como nacimiento c.525 y como muerte c.606.
Se cree nació en Siria. Con una importante formación secular, se convirtió en novicio hacia los 16 años, siendo discípulo del abad Martyrius en el monte Sinaí por más de quince años. A la muerte de Martyrius, Clímaco se retira a vivir una vida solitaria y ascética en una gruta del propio monte Sinaí durante aproximadamente 40 años. A pesar de sus deseos de soledad, muchas veces fue consultado y enseñaba a otros monjes.
Ya a una edad mayor, por petición de los monjes, Clímaco accedió a ser abad del Monasterio de Santa Catalina. Allí redactó su Scala y otros textos. Poco tiempo antes de su muerte, dejó la abadía en manos de su hermano Jorge y volvió a la vida solitaria a esperar su muerte.
Su fiesta se celebra el 30 de marzo.

Escribe San Juan Clímaco en la Scala Paradisi:

No te afanes en mirar con minuciosidad las palabras que debes usar en la oración. A menudo los simples y sencillos balbuceos de los niños aplacaron al Padre que está en los cielos (cfr. Mt 6, 9).
No busques muchas palabras (cfr. Mt 6, 7), porque tal deseo provoca la disipación de la mente. Con una pequeña frase el publicano agradó al Señor (cfr. Lc 18, 3), y con una sola expresión dicha con fe, salvó al ladrón (cfr. Lc 23, 39-43). A menudo muchas palabras distraen en la oración porque llenan la mente de fantasías; una sola, con frecuencia, contribuye al recogimiento: cuando a un cierto punto hay una palabra que te agrada y propicia la compunción, permanece allí; entonces se unirá a tu oración el Ángel Custodio. (Scala Paradisi, escalón XXVIII)

jueves, 26 de febrero de 2015

Anu



Signo cuneiforme que representaba a Anu.

En la mitología sumeria, An (en sumerio *An = "cielo") o Anu (en acadio) era el dios del cielo, señor de las constelaciones, rey de los dioses, que vivía con su esposa, la diosa Ki (en sumerio, "tierra" o Antu en acadio), en las regiones más altas del cielo.

Se creía que tenía el poder de juzgar a los que habían cometido delitos, y que había creado las estrellas como soldados para destruir a los malvados. Su atributo era la tiara real. Su sirviente y ministro era el dios Ilabrat.
Fue uno de los más antiguos dioses del panteón sumerio, y formaba parte de una tríada de grandes dioses, junto a Enlil, dios del aire y la atmósfera y a Enki (también conocido, en acadio, como Ea), dios de la tierra o de los "cimientos". Era considerado como el padre y primer rey de los dioses. Anu es asociado con el templo E-anna de la ciudad de Uruk (la Erech bíblica), en el sur de Babilonia y hay buenas razones para creer que este lugar sería la sede original del culto a Anu. Si esto fuese correcto, entonces la diosa Inanna (o, en acadio, Ishtar) de Uruk puede, en algún momento, haber sido su consorte.
Fue posteriormente asimilado por el dios Assur (asirio-babilónico), y el dios Marduk (kasita-babilónico).

Su templo de Uruk se llamaba E-an-na (‘casa del cielo’). «En el cielo está Anu sobre su trono, revestido de todos los atributos de la soberanía: el cetro, la diadema, el tocado, el báculo». Las estrellas constituían su ejército. Simbólicamente, el rey recibía su poder directamente de Anu. Por eso le invocaban solo los soberanos y no el resto de los mortales.
Era el «padre de los dioses» (abû ilâni),
«padre de los cielos» (ab shamê),
«rey del cielo» (il shamê).
El equivalente semítico occidental de Anu sería el dios Ël. Y también parece tener equivalencia con el dios Dagón de los filisteos y fenicios.
Pero al igual que los demás dioses celestes, con el tiempo, Anu dejaría de desempeñar un papel capital y entraría en el denominado síndrome del deus otiosus.
Se supone que en un principio (antes del 2500 a. C.) era el dios más importante del panteón sumerio, y de la "Tríada Sumeria" de dioses principales, pero luego en tiempos acadios y babilonios, fue perdiendo relevancia y fue sustituido por Enlil o Enki en este papel, y luego por los distintos dioses regionales (Marduk, Assur, etc). Pese a esto, siempre tuvo un papel preponderante en todos los panteones como demiurgo o dios original del Universo, aunque sus características concretas nunca estuvieron muy definidas.
La leyenda cuenta, que era hijo de Anshar y Kishar y él fue quien dio el "poder de los cuatro vientos" o el "poder de Anu" a Marduk para poder enfrentar a Tiamat (véase Enuma Elish), luego de ser enviado por Anshar en una misión de paz, en la que fracasó. Su lugar de culto se centró en Uruk y sus seguidores eran principalmente los Annunaki o Anunna. Junto a Enlil, dan a varios dioses sus regiones terrenales de influencia.
Con el establecimiento de los nuevos imperios asirio y babilónico, los roles de los primitivos dioses son supeditados tanto al Assur asirio-babilónico, como al Marduk kasita-babilónico - aunque es muy posible que ambos sean el mismo dios – donde éstos aparecen como herederos-reinantes de los antiguos dioses mesopotámicos, quedando Anu/Dagan, ya asimilado entre ellos.
En las inscripciones reales de finales del II milenio y principios del I milenio a. C., tanto en Asiria como en Babilonia, aparecen como los electores de los reyes. Hacia el 883-859 a. C., Assurnasirpal II de Asiria (del imperio neoasirio), se declara el Amado de Anum y Dagan (como entes divinos primigenios creadores del mundo). Estas teogonías continuarán en el tiempo en Oriente Próximo y Mesopotamia, con pequeños cambios, hasta la llegada del periodo helénico y seléucida.

Inicialmente, según la leyenda, estaban mezcladas el agua del mar, el agua de los ríos y la niebla, en un solo cuerpo y cada una personificada por tres dioses: la madre Tiamat, el padre Apsu y el visir Mummu. El agua del mar y el agua de los ríos engendraron a Lahmu y Lahamu, dioses que representaban el sedimento (suelo, lodo), y éstos a su vez engendraron a Anshar y Kishar (aunque no está del todo claro, si son hijos de Lahmu y Lahamu o de Apsu y Tiamat), los dos horizontes, límites de Todo el Cielo y de Toda la Tierra, y éstos a su vez engendraron a An. En un principio la Tierra y el Cielo estaban unidos y fueron una montaña que emergió del Océano primitivo. El pico de la montaña, que tenía su base en la Tierra, tocó el Cielo. An, era el Cielo y Ki/Ninhursag la Tierra. Nammu, madre de Ki, era el Océano primigenio que rodeaba a la Tierra, el caos original. An y Ki engendraron un hijo, Enlil (En significa 'Señor', y lil 'del aire'), que al nacer, separó a sus padres, el Cielo y la Tierra, y así se creó el día (el alba).

En este mito sumerio, An bajó el trigo, la cebada y el cáñamo de su reino de los cielos a la tierra pero su hijo Enlil procedió a amontonarlo todo y ocultarlo en una montaña, cerrada con una gran puerta.
Compadecidos de los sumerios, el dios secundario del inframundo, Ninazu, junto a la diosa Ninmah decidieron dar a conocer el trigo a Sumeria, "el país que no lo conocía".
Según parece, junto a su consorte Ki (luego, para los acadios, Antu), eran los antepasados de la mayor parte de los Anunnaki, siendo Enlil el más conocido. Los textos relatan que junto a Nammu, dio vida a Enki (otro gran dios y patrón) y a Ningikuga y que junto a Uras, engendró a Nin'insinna. También aparecen como hijos suyos y de su consorte Ki (Antu): Enlil, los Igigi, los Sebitti, Gulu, Gibil, Nusku y Martu.

Astronómicamente estaba asociado con el Camino de An (o Sendero de An), región de la bóveda celeste coincidente con el ecuador. Posteriormente se definiría dicha región como el espacio entre los dos trópicos. Tenía asociado el número 60, cifra sagrada para los sumerios. Su ideograma en caracteres cuneiformes también servía para describir la palabra «dios», Dingir en idioma sumerio, e Ilum en idioma acadio. Se le representaba mediante una estrella o, más frecuentemente, a partir de la época de los casitas, mediante la corona de siete pares de cuernos propia de los grandes dioses.

lunes, 9 de febrero de 2015

Gregorio de Nisa



San Gregorio de Nisa o Gregorio Niseno (Griego: Ἅγιος Γρηγόριος Νύσση; n. entre 330 y 335 en Cesarea de Capadocia y † entre 394 y 400 en Nisa, Capadocia también conocido como Gregorio Niseno, fue obispo de Nisa en Capadocia en el siglo IV y teólogo. Venerado como santo en la Iglesia católica y en la ortodoxa. Considerado entre los cuatro Padres griegos de la Iglesia y uno de los tres Padres Capadocios. Hermano menor de san Basilio el Grande y santa Macrina la joven, igualmente, fue amigo de Gregorio Nacianceno, con quien se lo suele confundir. Su fiesta se celebra el 10 de enero.

En el año de 370 su hermano Basilio asumió el obispado de Cesarea de Capadocia, quién se allegó de gente cercana a él para apoyarlo en contra del arrianismo. Por ello, alrededor del año 371, Gregorio es ordenado obispo del pequeño poblado de Nisa, a pesar de su personal oposición. Es en este mismo año cuando escribe su tratado De virginitate (Sobre la virginidad), siendo la primera de una gran cantidad de obras que escribiría.
Ambos fueron grandes defensores de la fe que se fue imponiendo en los primeros concilios ecuménicos del cristianismo. Disputaron en contra del arrianismo que decía que Jesús era hijo de Dios, pero no era consubstancial al Padre, sino que debía considerarse como una criatura enviada para cumplir las promesas del Padre Dios. Es decir que Jesús no era Dios sino era una simple criatura. San Gregorio de Nisa atacó esta herejía en el Concilio de Constantinopla del 381 usando para ello base de filosofía platónica; afirmando la unidad y la Divinidad de las tres personas en una sola idea divina, tres personas distintas en un solo Dios verdadero. Según Gregorio de Nisa la unión de las dos naturalezas en Cristo es tan fuerte que se puede hablar tranquilamente de un hombre omnipotente o de que Dios fue crucificado (teoría que se llamará luego communicatio idiomatum). También defendió la capacidad natural del hombre de conocer a Dios y asumió la teoría origeniana de la apocatástasis.

Gregorio expresa con claridad la finalidad de sus estudios, objetivo supremo al que dedica su trabajo teológico: no entregar la vida a cosas banales, sino encontrar la luz que permita discernir lo que es verdaderamente útil (Cf. «In Ecclesiasten hom.» 1: SC 416,106-146).

Encontró este bien supremo en el cristianismo, gracias al cual es posible «la imitación de la naturaleza divina» («De professione christiana»: PG 46, 244C). Con su aguda inteligencia y sus amplios conocimientos filosóficos y teológicos, defendió la fe cristiana contra los herejes, que negaban la divinidad del Espíritu Santo (como Eunomio y los macedonios), o ponían en tela de juicio la perfecta humanidad de Cristo (como Apolinar). Comentó la Sagrada Escritura, meditando en la creación del hombre. La creación era para él un tema central. Veía en la criatura un reflejo del Creador y a partir de aquí encontraba el camino hacia Dios.

Pero también escribió un importante libro sobre la vida de Moisés, a quien presenta como hombre en camino hacia Dios: esta ascensión hacia el Monte Sinaí se convierte para él en una imagen de nuestra ascensión en la vida humana hacia la verdadera vida, hacia el encuentro con Dios. Interpretó también la oración del Señor, el Padrenuestro y las Bienaventuranzas. En su «Gran discurso catequístico» («Oratio catechetica magna»), expuso las líneas fundamentales de la teología, no de una teología académica, cerrada en sí misma, sino que ofreció a los catequistas un sistema de referencia para sus enseñanzas, como una especie de marco en el que se mueve después la interpretación pedagógica de la fe.

Gregorio, además, es insigne por su doctrina espiritual. Su teología no era una reflexión académica, sino la expresión de una vida espiritual, de una vida de fe vivida. Como gran «padre de la mística» presentó en varios tratados --como el «De professione christiana» y el «De perfectione christiana»-- el camino que los cristianos tienen que emprender para alcanzar al verdadera vida, la perfección.

Exaltó la virginidad consagrada («De virginitate»), y propuso un modelo insigne en la vida de su hermana Macrina, quien fue para él siempre una guía, un ejemplo (Cf. «Vita Macrinae»). Pronunció varios discursos y homilías, escribió numerosas cartas. Comentando la creación del hombre, Gregorio subraya que Dios, «el mejor de los artistas, forja nuestra naturaleza de manera que sea capaz del ejercicio de la realeza. A causa de la superioridad del alma, y gracias a la misma conformación del cuerpo, hace que el hombre sea realmente idóneo para desempeñar el poder regio» («De hominis opificio» 4: PG 44,136B).

Pero vemos cómo el hombre, en la red de los pecados, con frecuencia abusa de la creación y no ejerce la verdadera realeza. Por este motivo, para desempeñar una verdadera responsabilidad ante las criaturas, tiene que ser penetrado por Dios y vivir en su luz. El hombre, de hecho, es un reflejo de esa belleza original que es Dios: «Todo lo que creó Dios era óptimo», escribe el santo obispo. Y añade: «Lo testimonia la narración de la creación (Cf. Génesis 1, 31). Entre las cosas óptimas también se encontraba el hombre, dotado de una belleza muy superior a la de todas las cosas bellas. ¿Qué otra cosa podía ser tan bella como la que era semejante a la belleza pura e incorruptible?... Reflejo e imagen de la vida eterna, él era realmente bello, es más, bellísimo, con el signo radiante de la vida en su rostro» («Homilia in Canticum» 12: PG 44,1020C).

El hombre fue honrado por Dios y colocado por encima de toda criatura: «El cielo no fue hecho a imagen de Dios, ni la luna, ni el sol, ni la belleza de las estrellas, ni nada de lo que aparece en la creación. Sólo tú (alma humana) has sido hecha a imagen de la naturaleza que supera toda inteligencia, semejante a la belleza incorruptible, huella de la verdadera divinidad, espacio de vida bienaventurada, imagen de la verdadera luz, y al contemplarte te conviertes en lo que Él es, pues por medio del rayo reflejado que proviene de tu pureza tú imitas a quien brilla en ti. Nada de lo que existe es tan grande que pueda ser comparado a tu grandeza» («Homilia in Canticum 2»: PG 44,805D).

El hombre, por tanto, reconoce dentro de sí el reflejo de la luz divina: purificando su corazón, vuelve a ser, como era al inicio, una imagen límpida de Dios, Belleza ejemplar (Cf. «Oratio catechetica 6»: SC 453,174). De este modo, el hombre purificándose, puede ver a Dios, como los puros de corazón (Cf. Mateo 5, 8): «Si con un estilo de vida diligente y atento lavas las fealdades que se han depositado en tu corazón, resplandecerá en ti la belleza divina… Contemplándote a ti mismo verás en ti al deseo de tu corazón y serás feliz» («De beatitudinibus, 6»: PG 44,1272AB). Por tanto, hay que lavar las fealdades que se han depositado en nuestro corazón y volver a encontrar en nosotros mismos la luz de Dios.

jueves, 22 de enero de 2015

Gregorio Nacianceno


Gregorio Nacianceno (Nacianzo, Capadocia, Imperio romano; 329-ibíd., 25 de enero de 389), también conocido como Gregorio de Nacianzo o Gregorio el Teólogo, fue un arzobispo cristiano de Constantinopla del siglo IV. Está ampliamente considerado como el más completo estilista retórico de la patrística. Como orador y filósofo formado en la tradición clásica, introdujo elementos helenísticos en la iglesia primitiva, estableciendo el paradigma de los teólogos y eclesiásticos bizantinos.
Gregorio influyó significativamente en la forma de la teología trinitaria tanto en los padres griegos como latinos, y es recordado como el «teólogo trinitario». Gran parte de su obra teológica sigue influyendo en los tratados modernos, especialmente en relación con las tres personas de la Trinidad. Junto con Basilio el Grande y Gregorio de Nisa, es conocido como uno de los Padres Capadocios.
Gregorio es un santo tanto para la iglesia católica como para la ortodoxa. La iglesia católica lo incluye entre los Doctores de la Iglesia; entre los ortodoxos orientales y las iglesias orientales católicas es reverenciado como uno de los Tres Santos Jerarcas junto con Basilio el Grande y Juan Crisóstomo. En el santoral católico la festividad de Gregorio Nacianceno se celebra el 2 de enero.

Las contribuciones teológicas más significativas de Gregorio surgen de su defensa de la doctrina nicena de la Trinidad. Destaca especialmente por sus contribuciones en el campo de la pneumatología, esto es, la teología referente a la naturaleza del Espíritu Santo. A este respecto, Gregorio es el primero que usó la idea de procesión para describir la relación entre el Espíritu y las demás personas de la Trinidad: «El Espíritu Santo es verdaderamente Espíritu, viniendo en verdad del Padre pero no de la misma manera que el Hijo, pues no es por generación sino por procesión, puesto que debo acuñar una palabra en beneficio de la claridad». Aunque Gregorio no desarrolla plenamente el concepto, la idea de procesión permanecería en la mayor parte del pensamiento posterior sobre el Espíritu Santo.
Enfatizó que Jesús no dejó de ser Dios cuando se hizo hombre, ni perdió ninguno de sus atributos divinos cuando tomó la naturaleza humana. Es más, Gregorio afirmaba que Cristo era perfectamente humano, con un alma perfectamente humana. Igualmente proclamó la eternidad del Espíritu Santo, diciendo que las acciones del Espíritu Santo estaban de alguna forma ocultas en el Antiguo Testamento, pero se hicieron más claras desde la ascensión de Jesús al Cielo y el descenso del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés.
En contraste con la creencia neo-arriana de que el Hijo es anomoios, o «distinto» del Padre, y con la afirmación semiarriana de que el Hijo es homoiousios, o «como» el Padre, Gregorio y sus compañeros capadocios sostuvieron la doctrina nicea de homoousia, o consubstancialidad del Hijo con el Padre. Los Padres capadocios afirmaron que la naturaleza de Dios es incognoscible para el hombre; ayudaron a desarrollar el término hipóstasis, o tres personas unidas en un solo Dios; ilustró cómo Jesús es el icono, la imagen, del Padre; y explicó el concepto de theosis, la creencia de que todos los cristianos pueden asimilarse con Dios en «imitación del Hijo encarnado como el modelo divino».
Algunos de los escritos teológicos de Gregorio sugieren que, como su amigo Gregorio de Nisa, pudo haber apoyado alguna variación de la doctrina de la apocatástasis, la creencia de que Dios pondrá toda la creación en armonía en el Reino de los Cielos. Esto llevó a algunos universalistas cristianos de finales del siglo XIX, en particular J. W. Hanson y Philip Schaff, a describir la teología de Gregorio como universalista. Este punto de vista de Gregorio también lo sostienen algunos teólogos modernos, como John Sachs que dijo que Gregorio tenía «inclinaciones» hacia la apocatástasis, pero de una manera «cauta, no dogmática». Sin embargo, no queda claro ni es universalmente aceptado que Gregorio sostuviera la doctrina de la apocatástasis.
Aparte de varios discursos teológicos, Gregorio es también uno de los más importantes hombres de letras del primer cristianismo, un orador muy dotado, quizá uno de los mejores de su época, y también un poeta muy prolífico, habiendo escrito varios poemas sobre temas teológicos y morales y algunos con contenido biográfico sobre él y sus amigos.

Debido a la tendencia de Gregorio Nacianceno a comentar aspectos de su vida personal dentro de sus obras, éstas son fácilmente fechables y muestran claramente la evolución de su pensamiento.
Sus discursos (Orationes: las abreviaremos como "Orat.") fueron organizados de manera cronológica para su publicación integral por Tillemont y Maurini: abarcan la vida del Nacianceno desde 362 al 383. En total eran 44 (con uno finalmente rechazado por espurio). La edición de Migne los publicó en los volúmenes 35 y 36. La edición crítica ya con solo los 43 discursos comprobados como auténticos está publicada por Sources Chrétiennes. Se han notado retoques hechos por el autor que implican que Gregorio pensó en la publicación de estos discursos. Rufino de Aquileya fue uno de los primeros en traducir algunos de estos discursos al latín. En el primero de ellos pide disculpas por huir tras la ordenación sacerdotal. En el segundo habla del sacerdocio con un texto que claramente influyó en la obra posterior de Juan Crisóstomo, los Seis libros sobre el Sacerdocio. Los famosos discursos teológicos sobre la Trinidad se encuentran con los números 27-31 de Migne: el título fue sugerido por el mismo Gregorio (cf. Orat. 28, 1). Los discursos que dedicó a combatir los ataques de Juliano el apóstata fueron pronunciados hacia el año 370 (cf. Orat. 4 y 5).
Sus cartas fueron recogidas por Migne en el volumen 37 de su Patrología griega. Aparecen 249 aunque con algunas espurias. Fechadas desde el año 359, muchas dirigidas a Basilio. Tres cartas teológicas sobre el apolinarismo han sido publicadas por Sources Chrétiennes en el vol. 208 de su colección.
Su obra poética se divide en Carmina dogmatica (38 poemas), carmina moralia (40 poemas), sobre sí mismo (99 poemas), sobre sus amigos (8 poemas), epitafios (129 poemas) y epigrammata (94 poemas). Todos en el volumen 37 de Migne. Un poema sobre la Pasión de Cristo es considerado apócrifo (cf. SC vol. 149.), pero ha dado lugar a controversias debido a que autores como Francesco Trisoglio o André Tuilier sostienen en cambio que sí es obra del Nacianceno.
Junto con Basilio hizo una recolección de textos de Orígenes llamada la Filocalia. Además del tema de la apocatástasis ya tratado anteriormente, otro punto de contacto del Nacianceno con Orígenes es su valoración positiva del uso de la cultura clásica en el cristianismo. La comparación usada por este último al mencionar que así como los judíos se llevaron los tesoros de los egipcios en su huida, así los cristianos pueden tomar de la cultura greco-latina lo necesario para la propagación del evangelio, es usada también por Gregorio Nacianceno en esta obra.

lunes, 12 de enero de 2015

Basilio el Grande (ca. 330-379)


San Basilio de Cesarea (ca. 330 -1 de enero, 379), llamado Basilio el Magno (en griego: Μέγας Βασίλειος), fue obispo de Cesarea y preeminente clérigo del siglo IV. Es santo de la Iglesia Ortodoxa y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega, junto con San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo. Basilio, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa (hermano de Basilio) son denominados Padres Capadocios. Es santo y doctor de la Iglesia Católica. Su fiesta se celebra el 2 de enero.

Los principales escritos teológicos de Basilio son su De Spiritu Sancto, una lúcida y edificante reflexión sobre la Escritura y la tradición cristiana primitiva (para probar la divinidad del Espíritu Santo) y su Refutación de la apología del impío Eunomio, escrito en 363 ó 364, tres libros contra Eunomio de Cícico, el máximo exponente del arrianismo anomeo. Los tres primeros libros de la Refutación son obra suya, los libros cuarto y quinto, que suelen también incluirse, no se deben a Basilio ni a Apolinar de Laodicea, sino quizás a Dídimo de Alejandría.
Fue célebre predicador; se han conservado muchas de sus homilías, incluida una serie de sermones cuaresmales sobre el Hexameron (los seis días de la Creación). Algunos, como el dedicado contra la usura y el referido al hambre, de 368, resultan de valor para la historia de la moral; otros muestran los honores que hay que rendir a mártires y reliquias. Sus incitaciones para que los jóvenes estudiaran literatura clásica, muestran que su propia educación tuvo una perdurable influencia sobre él, y que le enseñó a apreciar la importancia propedéutica de los clásicos.
Su inclinación hacia el ascetismo puede verse en las Moralia y Regulae, manuales de ética para utilizar respectivamente en el mundo y en el claustro. De las reglas monásticas atribuidas a Basilio, la más breve de todas es la que más probablemente es obra suya.
Es en los manuales de ética y en los sermones morales donde se ilustran los aspectos prácticos de su teología teorética. Así, por ejemplo, es en su Sermón a los lazicanos donde encontramos que es nuestra naturaleza común la que nos obliga a tratar las necesidades de nuestros vecinos (v.gr.: hambre, sed) como si fueran nuestras, a pesar de que se trate de un individuo diferenciado. Posteriormente los teólogos explican explícitamente que esto es un ejemplo de cómo los santos se convierten en imagen de la naturaleza común de las personas de la Trinidad.
Sus trescientas cartas muestran un carácter rico y observador, que a pesar de los problemas derivados de su endeble salud y de sus vicisitudes eclesiásticas, permaneció optimista, tierno e incluso juguetón. Sus principales esfuerzos como reformador se dirigieron al mejoramiento de la liturgia, y a la reforma de las órdenes monásticas orientales.
La mayor parte de las liturgias que llevan el nombre de Basilio, en la forma presente, no son obra suya; sin embargo, mantienen reminiscencias de su actividad en este campo, al establecer fórmulas para las oraciones de la liturgia y al promover el canto en la misa. Hay una liturgia que puede serle atribuida, se trata de La divina liturgia de Basilio el Grande, una liturgia que es algo más larga que la más celebrada Divina liturgia de Juan Crisóstomo; todavía es utilizada en determinadas festividades en las Iglesias Católicas Bizantinas y en la Iglesia Ortodoxa Bizantina, tales como los domingos de cuaresma.
Todas sus obras, así como unas pocas falsamente atribuidas, están disponibles en Patrologia Graeca, que incluye traducciones latinas de calidad variable. De muy pocas hay una edición crítica.