La Homilía Pascual (Peri Pascha) de Melitón, obispo de Sardes a mediados del siglo II, es un texto fundamental y el sermón pascual más antiguo conocido que refleja la teología de los cuartodecimanos. Estos cristianos, incluido Melitón, persistían en celebrar la Pascua el día 14 de Nisán, la misma fecha que el Pésaj judío, siguiendo una tradición que creían proveniente de San Juan Apóstol. La obra examina la cristología de Melitón, la relación entre el Logos y la creación, y la doctrina de la crucifixión cósmica, contrastando estos temas con el pensamiento de autores contemporáneos y la filosofía griega. Aunque en su momento Melitón fue una figura muy importante y un escritor fecundo, la Homilía y un corpus de fragmentos son prácticamente lo único que ha llegado hasta nosotros, siendo recuperada y publicada en el siglo XX.
El núcleo teológico de la homilía se basa en la tipología, el principio hermenéutico que interpreta el Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas) como la Figura (typos o bosquejo) que se ha cumplido y disuelto en el Verdad (aletheia o realización) del Nuevo Testamento. Este misterio de la Pascua se describe mediante una serie de antítesis, siendo "nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal". Lo antiguo era valioso, como la inmolación del cordero y el templo de abajo, pero carece de valor una vez que se manifiesta lo que es precioso por naturaleza: Cristo, la Pascua de nuestra salvación. La Pascua es el paso de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, y de la muerte a la vida, concebida originalmente como la muerte del Señor, que es el paso a la resurrección.
En su cristología, Melitón presenta a Cristo como el Logos preexistente y el Primogénito de Dios (ὁ πρωτότοκος τοῦ θεοῦ), engendrado antes de la aurora (πρὸ ἑωσφόρ⌊ου⌋ γεννηθείς). Este Hijo tiene una singular relación con el Padre y se caracteriza por su misión mediadora desde el principio hasta el final de la Economía. Como mediador creacional, Cristo hizo el cielo y la tierra, y plasmó al hombre. La creación del hombre, en particular, se distingue por el uso del verbo plasmar (πλασσεῖν) y la referencia a las "preciosas manos" que lo formaron de la tierra, aludiendo a la doctrina de las Manos de Dios (Hijo y Espíritu Santo). La homilía también sugiere la doctrina de la crucifixión cósmica, uniendo retórica y teológicamente la acción del Logos de "suspender la tierra" y "fijar los cielos" con el hecho de que "El que suspendió la tierra es suspendido; el que fijó los cielos es fijado" en la cruz. Esta conexión subraya que Cristo, en cuanto Ungido, lo abarca y cohesiona todo (κεχώρηκεν ⌊τὰ⌋ πάντα).
La homilía incluye una intensa polémica contra Israel (el pueblo judío) por su ingratitud y por haber asesinado a su Señor. Melitón eleva la acusación de deicidio, proclamando que "Dios ha sido asesinado. El rey de Israel ha sido descartado por una mano israelita". Sin embargo, la obra no termina en la condena, sino en el triunfo de Cristo sobre la Muerte, el Diablo y el Hades. En el epílogo, Cristo mismo se manifiesta, hablando en primera persona (Ego eimi, fórmula johánica), y se proclama como el perdón de los pecados, el rescate, la vida, y la resurrección. La homilía culmina con una solemne apoteosis que identifica a Cristo como el Creador, Salvador, Juez y Dios, el "Alfa y la Omega", y el "Principio inexplicable y Fin incomprensible", sentado a la diestra del Padre.

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