La Asociación Católica Patriótica China (abreviadamente CPA, CPCA o CCPA) es una asociación popular, establecida en 1957 por la Oficina de Asuntos Religiosos de la República Popular China para ejercer la supervisión del estado sobre los católicos de la China continental. En su encíclica Ad Apostolorum Principis del 29 de julio de 1958, el papa Pío XII deploró la actitud y actividades de la Asociación y declaró la excomunión de los obispos que participaban consagrando nuevos obispos seleccionados por la Asociación. El papa Benedicto XVI se refirió a los miembros de la Asociación como “personas que no están ordenadas, y a veces incluso no bautizadas”, que “controlan y toman decisiones que conciernen a importantes cuestiones eclesiales, incluyendo el nombramiento de obispos”.
Es la única organización católica en China oficialmente reconocida por el gobierno de la República Popular China, pero no hay que identificarla con los chinos católicos romanos que aceptan sus directrices.
Los católicos de Macao y Hong Kong no se relacionan con la Asociación y mantienen lazos con la Iglesia Católica de Roma.
A menudo se la identifica como “iglesia oficial” en contraposición a la “iglesia subterránea” constituida por el clero y los fieles que han permanecido secretamente fieles al papa a pesar de las prohibiciones; en realidad el término “oficial” es incorrecto ya que la asociación y sus miembros no reciben ninguna subvención económica del gobierno, como sucede con asociaciones análogas de otras religiones. Según datos oficiales, la Asociación Patriótica contaría com más de 4600 iglesias.
La Asociación no tiene relaciones oficiales con la Iglesia Católica. China y el Vaticano no tienen relaciones diplomáticas desde 1951, cuando la Santa Sede reconoció Taiwan.
La Asociación elige a sus propios obispos. Según fuentes católicas muchos de los obispos elegidos por la Asociación piden secretamente el reconocimiento del papa, obteniéndolo a menudo.
El papa Benedicto XVI se dirigió a todos los fieles católicos en China en una carta abierta en la cual instaba al régimen comunista al respeto de la libertad religiosa y definía a la iglesia católica controlada por el Estado incompatible con la doctrina católica.
Ya que el canon de la misa se lee en voz alta, los observadores han podido comprobar que el papa es mencionado por su nombre (una prueba tradicional de unidad y fidelidad) incluso por los sacerdotes que, al menos externamente, aceptan las directrices de la Asociación, llegando a la conclusión de que “hay sólo una Iglesia Católica en China, la reconocida por el estado y la llamada subterránea tienen la misma fe y la misma doctrina”.
La política del gobierno chino, como la de otros gobiernos comunistas en otros países, ha sido reservar al estado la regulación de todas las actividades sociales. Así la Asociación prohíbe a los obispos católicos en China hablar públicamente contra las leyes que contravienen gravemente las enseñanzas de la moral católica, tales como las que aplican el aborto y la contracepción artificial.
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