martes, 18 de junio de 2013

Evangelio de Bartolomé


El Evangelio de Bartolomé es un evangelio apócrifo que narra la pasión y resurrección de Cristo. Este evangelio relata el descenso a los infiernos de Jesucristo y tiene un estilo de influencia egipcia, es decir, copta.
El Evangelio de Bartolomé toca una serie de puntos muy dispares: la encarnación, la bajada de Jesús a los infiernos, la creación de los ángeles y la caída de Lucifer y otros. Parece proceder de Egipto y ser del siglo IV.
Este evangelio lo mencionan Jerónimo en el prólogo a su Comentario sobre Mateo y el Decretum Gelasianum. Seguramente se identifica con las Cuestiones de Bartolomé, que sabemos fueron escritas originalmente en griego. Además de dos manuscritos griegos, uno en Viena y otro en Jerusalén, se conservan fragmentos de las Cuestiones de Bartolomé en eslavo, copto y latín. En forma de respuestas a las preguntas de Bartolomé contiene revelaciones del Señor después de la resurrección y un relato de la anunciación hecho por María. Incluso Satanás entra en escena para responder a las preguntas de Bartolomé sobre el pecado y la caída de los ángeles. Se describe con todo detalle el Descensus ad inferos.

lunes, 3 de junio de 2013

Evangelio de los hebreos



El Evangelio de los Hebreos es un evangelio perdido del que sólo se conservan unas pocas citas hechas por autores como Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio de Cesarea y San Jerónimo. El texto más antiguo que lo menciona es Adversus haereses (Contra los herejes), de San Ireneo (muerto hacia el 202): critica a los ebionitas por aceptar la autoridad de un solo evangelio "que es según San Mateo". Según testimonio de varios autores (Eusebio, Epifanio, Jerónimo) estaba escrito en caracteres hebreos, pero en lengua aramea o siríaca.
Según Jerónimo, es posible que ya San Ignacio (muerto en el 107) citara un pasaje de este evangelio relativo a la resurrección. Aunque no puede asegurarse, es muy posible que este evangelio remonte su antigüedad al siglo I, por lo que sería coetáneo de los evangelios canónicos. Jerónimo lo identifica con el evangelio "auténtico de Mateo" (Matthaei autenticum), en arameo. Algunos autores afirma que se trata de una fuente utilizada por los evangelios de Mateo y Lucas. Para otros, era una traducción del evangelio de Mateo para uso de las comunidades judías.
El nombre Evangelio de los Hebreos parece haber sido un término genérico para hacer referencia a los evangelios utilizados por judíos, lo que ha llevado a confusión con el Evangelio de los nazarenos y el Evangelio de los ebionitas. De los textos de Jerónimo parece inferirse que este autor consideraba idénticas todas estas obras. Dado el estado fragmentario de todos estos textos, resulta infructuoso intentar averiguar si se trataba de un mismo evangelio o de varias obras diferentes.
Son varios los autores cristianos que se refieren a este evangelio. Eusebio de Cesarea menciona (Historia Ecclesiastica, IV.xxii.8) que el Evangelio de los Hebreos era conocido al historiador de la Iglesia Hegesipo, cuya historia él utilizaba como fuente. Tanto Clemente de Alejandría (Stromateis, II.ix.45) como Orígenes lo utilizaron. San Jerónimo lo cita con frecuencia, e identifica al autor y a los lectores de la obra como judíos observantes, diferenciándolos de los cristianos helenizados: "En el cual es de notar que, siempre que el evangelista, ya por cuenta propia, ya poniéndolo en boca del Salvador, aduce testimonios del Antiguo Testamento, no sigue la interpretación de los 70, sino la antigua hebraica" (Santos Otero:38),
Jerónimo se interesó vivamente por este libro. Parece ser que al principio lo conoció por el testimonio de Orígenes. Relata en más de una ocasión que lo tradujo al griego y al latín. Sus traducciones, sin embargo, se han perdido también.
 El único punto conocido en que el texto difiere de los evangelios canónicos es la referencia al Espíritu Santo como madre de Jesús. Orígenes, comentando el evangelio de Juan, dice lo siguiente: "Y si alguien acepta el Evangelio de los Hebreos, donde el Salvador en persona dice: Poco ha me tomó mi madre, el Espíritu Santo, por uno de mis cabellos y me llevó al monte sublime del Tabor, se quedará perplejo al considerar cómo puede ser madre de Cristo el Espíritu Santo, engendrado por el Verbo. Pero tampoco esto le es a éste difícil de explicar" (Santos Otero:35).
Varios comentaristas han encontrado la explicación de este pasaje en el hecho de que la palabra hebrea ruah (espíritu) es de género femenino. Otros han sugerido que en el texto subyace una identificación entre la Virgen María y el Espíritu Santo. El nombre de María, sin embargo, no se menciona en el pasaje citado por Orígenes.
Irónicamente, conocemos con exactitud la extensión del perdido Evangelio de los Hebreos: 2200 líneas, sólo 300 más corto que el evangelio de Mateo canónico, en griego. El dato procede de la Stichometria, añadida por Nicéforo, noveno patriarca de Jerusalén, a su Cronografía. Nicéforo divide las escrituras en tres categorías: canónicos, apócrifos, y una tercera categoría, los antilegomena (discutidos), en la que incluye el Apocalipsis, el Apocalipsis de Pedro, la Epístola de Bernabé y el Evangelio de los Hebreos.