lunes, 12 de noviembre de 2012

Primera Epístola de Clemente


Clemente de Roma o San Clemente I, fue un religioso cristiano de finales del siglo I, obispo de Roma, y en tanto que obispo de la Ciudad Eterna, la Iglesia católica lo considera su cuarto papa.
Elegido en el año 88, murió en 97. Exiliado por el emperador Trajano al Ponto, fue arrojado al mar con un áncora al cuello.
Su identificación con el autor de la célebre Primera Epístola, cuyo nombre aparece en la inscriptio en todas las versiones de los manuscritos es opinión concorde y formulada ya en tiempos muy antiguos.
Se lo venera como santo y mártir en la Iglesia católica y su festividad se celebra el 23 de noviembre. En Roma existe una antiquísima basílica, la Basílica de San Clemente de Letrán, levantada sobre su tumba.

La Primera Epístola de Clemente es una de las dos cartas, dirigidas a los cristianos de la ciudad de Corinto. Data de finales del siglo I o comienzos del siglo II. Ninguna de las dos epístolas fue aceptada en el canon del Nuevo Testamento, pero son parte de la colección de los Padres Apostólicos. No está claro si fueron realmente escritas por el Papa Clemente I, a quien se han atribuido tradicionalmente.
La primera epístola no menciona el nombre de Clemente, sino que está dirigida por la Iglesia de Roma a la de Corinto. Sin embargo, se ha datado tradicionalmente en los últimos años del reinado de Domiciano, esto es, alrededor del año 96, ya que se hace referencia a que sobre la iglesia de Roma han caído numerosos infortunios (1:1), lo que suele interpretarse como una referencia a las persecuciones de Domiciano. Confirma esta datación el hecho de que la iglesia de Roma sea denominada "antigua" y que los presbíteros ordenados por los apóstoles hayan muerto (44:2), y haya pasado también una segunda generación eclesiástica (44:3).
La epístola se escribió a causa de una disputa en Corinto, que había llevado a la destitución de varios presbíteros. Dado que ninguno de los presbíteros destituidos había sido acusado de ofensas a la moral, Clemente opinó que su destitución había sido una medida excesiva e injustificable. La epístola es muy extensa —tiene dos veces la extensión de la Epístola a los Hebreos— e incluye varias referencias al Antiguo Testamento. La familiaridad de Clemente con el Antiguo Testamento parece indicar que no era un converso reciente, sino que era cristiano desde mucho tiempo atrás. Bruce Metzger, en Canon of the New Testament señala que Clemente se refiere varias veces al Antiguo Testamento como "Escrituras". Aunque cita algunas de las epístolas de Pablo y la Epístola a los Hebreos, y recuerda algunos dichos de Jesús, no se refiere nunca a estos textos como "Escrituras" de autoridad.
La epístola fue leída públicamente en ocasiones en Corinto, y para el siglo IV su empleo se había extendido a otras iglesias. Incluso se encuentra en el famoso Codex Alexandrinus, del siglo V, que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento, aunque eso no implica necesariamente que llegase a ser considerado un texto canónico de las escrituras cristianas. La obra fue traducida al menos a tres idiomas en la Antigüedad: una traducción al latín del siglo II ó III se encontró en un manuscrito del siglo XI, y fue publicada por G. Morin en 1894; un manuscrito siríaco, hoy en la Universidad de Cambridge, fue hallado por R. L. Bensly en 1876, y traducido por él en 1899; y su traducción al copto ha sobrevivido en dos copias en papiro, una publicada por C. Schmidt en 1908 y la otra por F. Rösch en 1910.


Basílica de San Clemente de Letrán

Su obra consta de dos partes, en la primera da exhortaciones de carácter general (a la humildad, etc.) en la segunda parte se ocupa de los conflictos entre los cristianos de Corinto, finalmente una conclusión en la que expresa su ansia de un feliz desenlace.
Es posible destacar varios puntos: los católicos romanos ven en esta carta el primado de Roma, dado el intento de la Iglesia de Roma de hacer de conciliadora y mediadora, reivindicando una autoridad sobre las demás iglesias. No obstante otras confesiones cristianas como las iglesias protestantes no ven primado alguno de Roma en esta carta y explican la "injerencia" de Clemente en los asuntos de Corinto resaltando que Clemente era fiel colaborador de Pablo (como lo menciona éste en la carta a los filipenses) y seguramente trabajaron juntos en la fundación de la iglesia en Corinto, por lo que Clemente sería aún visto por esta iglesia como una autoridad sobre ellos.
 
Los superiores eclesiásticos son llamados obispos, y diáconos, en algunos pasajes se les llama presbíteros, los cuales no pueden ser destituidos por la comunidad, puesto que han sido instituidos por los apóstoles en nombre de Cristo.

Basílica de San Clemente de Letrán

Es importante el capítulo quinto, que nos da un testimonio de San Pedro en Roma y del viaje de San Pablo a Roma, además del martirio de los apóstoles.
El capítulo XX habla de la armonía y del orden de la creación, los capítulos XXV y XXVI hablan de la resurrección de los muertos, tema importantísimo puesto que era atacado por los paganos. Tertuliano dice que él también atacó antes el tema de la resurrección de los muertos, porque es el tema más difícil de creer. El capítulo XXV se refiere a la leyenda del ave Fénix (resucitado de sus cenizas) como símbolo de resurrección.
Es de destacar la plegaria que precede a la conclusión, de uso litúrgico.
El autor de la carta no se menciona a sí mismo, sino a la Iglesia de Dios que mora en Roma, habla siempre de «nosotros», no cabe duda que ese «nosotros» es un plural mayestático. Por su unidad, está clarísimo que la obra fue compuesta por una sola persona. Quizás intuyó que sería leída y de dominio público. Al igual que la Didajé fue leída en la asamblea litúrgica.
Además de ello, restableció el uso de la Confirmación según el rito de san Pedro. Vemos cómo empieza a usarse en las ceremonias religiosas la palabra Amén.


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