jueves, 30 de octubre de 2025

Sobre la Pascua. San Melitón de Sardes


La Homilía Pascual (Peri Pascha) de Melitón, obispo de Sardes a mediados del siglo II, es un texto fundamental y el sermón pascual más antiguo conocido que refleja la teología de los cuartodecimanos. Estos cristianos, incluido Melitón, persistían en celebrar la Pascua el día 14 de Nisán, la misma fecha que el Pésaj judío, siguiendo una tradición que creían proveniente de San Juan Apóstol. La obra examina la cristología de Melitón, la relación entre el Logos y la creación, y la doctrina de la crucifixión cósmica, contrastando estos temas con el pensamiento de autores contemporáneos y la filosofía griega. Aunque en su momento Melitón fue una figura muy importante y un escritor fecundo, la Homilía y un corpus de fragmentos son prácticamente lo único que ha llegado hasta nosotros, siendo recuperada y publicada en el siglo XX.

El núcleo teológico de la homilía se basa en la tipología, el principio hermenéutico que interpreta el Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas) como la Figura (typos o bosquejo) que se ha cumplido y disuelto en el Verdad (aletheia o realización) del Nuevo Testamento. Este misterio de la Pascua se describe mediante una serie de antítesis, siendo "nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal". Lo antiguo era valioso, como la inmolación del cordero y el templo de abajo, pero carece de valor una vez que se manifiesta lo que es precioso por naturaleza: Cristo, la Pascua de nuestra salvación. La Pascua es el paso de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, y de la muerte a la vida, concebida originalmente como la muerte del Señor, que es el paso a la resurrección.

En su cristología, Melitón presenta a Cristo como el Logos preexistente y el Primogénito de Dios (ὁ πρωτότοκος τοῦ θεοῦ), engendrado antes de la aurora (πρὸ ἑωσφόρ⌊ου⌋ γεννηθείς). Este Hijo tiene una singular relación con el Padre y se caracteriza por su misión mediadora desde el principio hasta el final de la Economía. Como mediador creacional, Cristo hizo el cielo y la tierra, y plasmó al hombre. La creación del hombre, en particular, se distingue por el uso del verbo plasmar (πλασσεῖν) y la referencia a las "preciosas manos" que lo formaron de la tierra, aludiendo a la doctrina de las Manos de Dios (Hijo y Espíritu Santo). La homilía también sugiere la doctrina de la crucifixión cósmica, uniendo retórica y teológicamente la acción del Logos de "suspender la tierra" y "fijar los cielos" con el hecho de que "El que suspendió la tierra es suspendido; el que fijó los cielos es fijado" en la cruz. Esta conexión subraya que Cristo, en cuanto Ungido, lo abarca y cohesiona todo (κεχώρηκεν ⌊τὰ⌋ πάντα).

La homilía incluye una intensa polémica contra Israel (el pueblo judío) por su ingratitud y por haber asesinado a su Señor. Melitón eleva la acusación de deicidio, proclamando que "Dios ha sido asesinado. El rey de Israel ha sido descartado por una mano israelita". Sin embargo, la obra no termina en la condena, sino en el triunfo de Cristo sobre la Muerte, el Diablo y el Hades. En el epílogo, Cristo mismo se manifiesta, hablando en primera persona (Ego eimi, fórmula johánica), y se proclama como el perdón de los pecados, el rescate, la vida, y la resurrección. La homilía culmina con una solemne apoteosis que identifica a Cristo como el Creador, Salvador, Juez y Dios, el "Alfa y la Omega", y el "Principio inexplicable y Fin incomprensible", sentado a la diestra del Padre.

martes, 21 de octubre de 2025

Demostración de la predicación apostólica. San Ireneo de Lyon



San Ireneo de Lyon (ca. 125-ca. 202), una de las figuras más destacadas de la teología del siglo II y conocido como el "Doctor de la unidad" (Doctor unitatis) por el Papa Francisco, es el autor de la Demostración de la predicación apostólica, también conocida como Epideixis. La obra fue escrita originalmente en griego, probablemente entre los años 185 y 202, y solo se conserva completamente en una versión armenia descubierta en 1904. Dedicada a su amigo Marciano, su objetivo principal es fortalecer y consolidar la fe mediante una exposición sucinta de la verdad predicada por los apóstoles. Debido a su naturaleza, ha sido subtitulada como un "catecismo" o "catecismo de adultos". La obra, que en su estado actual consta de cien capítulos, se perdió pronto y su existencia solo se conocía por la mención de Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica.

La Epideixis se distingue por su carácter sistemático y su adhesión metodológica a la revelación positiva, basándose fundamentalmente en las Escrituras. La obra se divide en dos partes principales: la primera (hasta el capítulo 41 o 42) recapitula la historia de la salvación desde la creación hasta Jesucristo. Esta sección se apoya especialmente en los textos del Pentateuco, que Ireneo utiliza de manera privilegiada para narrar los orígenes y las alianzas de Dios. La segunda parte (capítulos 42 al 100 o 97) se centra en la redención y el cumplimiento de las profecías mesiánicas, siguiendo el modo de proceder de los apóstoles al sustentar el anuncio de Cristo con pruebas de legitimación del Antiguo Testamento. Ireneo se mantiene en el marco de las Escrituras para oponerse a la "falsa gnosis", rechazando la especulación racionalista y defendiendo vehementemente la bondad de la creación y la "carne" del hombre y de Jesús.

La contribución teológica de Ireneo radica en su énfasis en la unidad de la fe y la Iglesia y en su famosa doctrina de la recapitulación (anakefalaiwsis) de todas las cosas en Cristo. El Verbo se encarnó para destruir la muerte, deshacer el pecado y la desobediencia de Adán, y restituir la vida a la humanidad, asumiendo en sí mismo la totalidad de la creación. Ireneo concibe la historia de la salvación (oikonomía) como un proceso continuo y trinitario, destacando la acción conjunta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es frecuentemente denominado la Sabiduría de Dios o la "Mano del Padre", participando desde la creación y siendo fundamental para la "salvación de la carne" (salus carnis). Esta insistencia en la salvación completa del ser humano (cuerpo y alma) es clave en su refutación del dualismo gnóstico, que negaba el valor de la materia.

La obra del Espíritu Santo en el cristiano se articula mediante los sacramentos y la escatología, asegurando la plenitud de la salus carnis. La acción pneumatológica inicia con el bautismo, el cual es el "bautismo de la regeneración" y el "nuevo nacimiento" (regeneratio) que se recibe "a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo". En el bautismo, el Espíritu se confiere como el sello (sphragís) y prenda (arrabón) de la vida eterna y la incorruptibilidad. Posteriormente, en la Eucaristía, el Espíritu transforma los dones terrestres (pan y vino) en el cuerpo y sangre de Cristo, nutriendo la carne del cristiano hacia su futura glorificación. El Espíritu también es el agente de la resurrección, transformando el cuerpo mortal en espiritual, un proceso que culmina en la divinización del ser humano en el Reino del Padre. Esta transformación escatológica se describe metafóricamente como el recibimiento del "traje de bodas" (Mt 22, 11) y el "adorno de oro puro", que representan la plenitud del Espíritu y la incorruptibilidad definitiva.


miércoles, 16 de octubre de 2019

San Fulgencio de Ruspe (c. 468-c. 533)



Del sermón 3:

Esteban, para merecer la corona que significa su nombre, tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de Dios, no cedió ante los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que lo lapidaban, para que no fueran castigados. Confiado en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra como perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba conquistar orando a aquellos que no pudo convertir amonestando. Y ahora Pablo se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde precedió Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de Esteban. ¡Oh vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de Pablo, porque ambos participan de la misma caridad! La caridad en Esteban triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió la multitud de sus pecados, pues en ambos fue la caridad respectiva la que los hizo dignos de poseer el reino de los cielos. La caridad es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia protección, camino que conduce al cielo. Quien camina en la caridad no puede temer ni errar; ella dirige, protege, encamina. Por todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad, por la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección.