martes, 11 de noviembre de 2025

Exodo 15


El libro del Éxodo, particularmente en sus capítulos 1 al 15, es considerado el clímax de la trama del Pentateuco, narrando la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Inmediatamente después del cruce milagroso del Mar Rojo, Moisés y los hijos de Israel entonaron este cántico a Jehová. Este himno de victoria, también conocido como el Cántico del Mar, es una pieza central de la tradición. La experiencia de la redención produce tal emoción que no podría ser expresada satisfactoriamente en prosa o poesía, sino que demanda ser transformada en un cántico. La respuesta más adecuada que un creyente puede expresar al experimentar la redención es cantar con gozo al Señor.

El cántico mismo es una poderosa declaración teológica que se centra enteramente en Dios, celebrando Sus poderosos hechos. Jehová es exaltado como la fortaleza, el cántico y la salvación de Israel. Se le proclama como "varón de guerra", un rey conquistador que no es débil ni incapaz. La diestra de Jehová fue magnificada en poder, quebrantando al enemigo. Faraón, sus carros y su ejército fueron echados al mar, y los abismos los cubrieron, descendiendo a las profundidades como piedra. La adoración proclamada en el canto subraya la superioridad de Jehová sobre todos los dioses, preguntando: "¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?".


El evento de la victoria también destaca el liderazgo femenino en la adoración a través de María (Miriam), la profetisa y hermana de Aarón. Miriam tomó un pandero y dirigió a todas las mujeres, quienes salieron en pos de ella con panderos y danzas. Ella les respondía con la misma estrofa triunfal: "Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete". La narrativa presenta a Miriam como una mujer de carácter, música y bailarina, líder de un grupo de mujeres que celebran la gloria de Dios. Su envergadura es tal que se la menciona junto a Moisés y Aarón como figuras que Dios envió "delante" del pueblo en el contexto de la memoria de la liberación de Egipto.

A pesar de la euforia de la victoria, el viaje de Israel comienza inmediatamente la fase de prueba. Moisés guió a Israel desde el Mar Rojo hacia el desierto de Shur, fuera de las rutas principales. Tras tres días sin hallar agua, llegaron a Mara, donde las aguas eran amargas, lo que llevó al pueblo a murmurar contra Moisés. La murmuración se vuelve un motivo recurrente en el desierto, mostrando una ingratitud incomprensible tras el triunfo en el mar. Sin embargo, Dios proveyó: Moisés clamó a Jehová, quien le mostró un árbol para endulzar las aguas. Tras este tiempo de prueba, llegaron a Elim, un lugar de refrigerio con doce fuentes de aguas y setenta palmeras, demostrando que Dios sabe cuándo probar a Su pueblo y cuándo darle descanso.

El relato de Éxodo 1-15 es un hito esencial que irradia sentido sobre el resto del Pentateuco. La marcha hacia la Tierra Prometida está organizada literariamente mediante "itinerarios", secuencias de escalas orientadas hacia una meta última. No obstante, el Pentateuco se cierra de manera "abrupta" y "sorprendente", con el pueblo acampado en las estepas de Moab, a la vista de Jericó, sin haber entrado en la tierra. Esta obra fundacional, al ser una "sinfonía literaria inconclusa", asegura que la promesa de la tierra sigue siendo futura, manteniendo así la utopía y la esperanza de un nuevo proceso de liberación para todas las generaciones. El cántico, en su conclusión profética, asegura que "Jehová reinará eternamente y para siempre", ofreciendo una garantía de que la obra iniciada se terminará.

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